LA PICARESCA ESPAÑOLA.
LA CELESTINA, EL LAZARILLO Y GENARÍN En el umbral del siglo XVI surge la Celestina, una de las cimas supremas de la literatura española, y acaso su punto extremo de nihilismo espiritual. Entre ella y el Lazarillo se extiende una época agitada e inestable, la época del Renacimiento español, aunque estas dos obras literarias la presenten por un lado muy poco renacentista, casi aun medieval. La edición de 1502 aparece con el título de Tragicomedia de Calixto y Melibea y de la puta vieja Celestina. Calixto, joven noble y rico, encuentra a Melibea y le declara su amor, al principio parece darle esperanzas, pero luego cambia de tono y rechaza ásperamente a Calixto, quien se retira a su casa, llama a su criado Semponio, invocando amargamente a la muerte, en su desesperación llega a la blasfemia cuando dice "yo Melibeo soy, y a Melibea adoro, y en Melibea creo, y a Melibea amo". El criado al ver el estado de su amo le dice que use a una vieja barbuda que se dice Celestina; hechicera astuta, sagaz en cuantas maldades hay. Entiendo que pasan de cinco mil virgos los que se han hecho y deshecho por su autoridad en esta ciudad. A Calixto se le abre una esperanza, acepta de inmediato la idea y le manda a buscar a Celestina. El amor, pasión irresistible que ha desatado los instintos más primarios de los seres humanos, ha sido utilizado por los pícaros a lo largo de la historia, para su propio beneficio. La figura de la Celestina la vemos siempre encarnada en el Genarín buscado por jóvenes de familias adineradas del rancio León, que reían sus chascarrillos y le invitaban a una copina de orujo, para conseguir que les introdujera en los ambientes de los lupanares más selectos del barrio de San Lorenzo. Celestina va con Sempronio a casa de Calixto, donde acepta los tratos y mientras Calixto va a buscar el dinero ella trata de poner de su parte también al otro criado Parmenio adulando su incipiente virilidad y le promete conseguirle la moza que desea, ensalzando las cosas del amor, y sobre todo, el placer de contarlas. El placer de contarlas, ahí reside una buena parte de la adulación hacia las personas, es importante hacerlo, pero más importante es darlo a conocer, y que se te reconozca por ello. Chiste de Claudia Shiffer. Celestina lo expresa mejor " que de ninguna cosa es alegre posesión sin compañía. El deleite es con los amigos en las cosas sensuales y especial en recontar las cosas de amores y comunicarlas: Esto hice, esto otro me dijo, tal donaire pasamos, de tal manera la tomé, así la besé, así me mordió, así la abracé, así se allegó. ¡Oh, que habla! ¡Oh, que besos! ¡Oh, que juegos! ¡Oh, que gracia! ¡Oh, que goce! De vuelta Celestina es acompañada por Sempronio, al que cuenta su estrategia. Melibea es hermosa y Calixto está loco por ella, ni a él le penará gastar ni a mi andar, le promete que tendrá una parte del beneficio de este encargo y cuando llega a casa para ponerle totalmente de parte de ella, le deja que pruebe las mieles de una de sus pupilas Elicia, que acaba de satisfacer a un cura. Amor, locura para unos, beneficio para otros, comparar y vender favores, es lo que mueve al mundo, y en esas lides los pícaros conseguían vivir de las flaquezas de los demás. Celestina con la excusa de vender hilados a la madre de Melibea se introduce en su casa y cuando queda a solas con ella, le insinúa que viene a pedirle algo para un enfermo, de nombre Calixto, Melibea la reprende, con excesivos aspavientos retóricos, pero en cuanto le dice que es para curar un presunto dolor de muelas y le pide una oración y su cordón, que ha tocado tantas reliquias de Roma y Jerusalén, Melibea va acomodándose, le presta el cordón y le da cita al otro día, para darle copia de la oración. Está claro que Melibea está rendida de antemano. En estas lides, de lisonjear y despertar el instinto Genaro era un paladín. Ha dejado a la posteridad una de sus más famosas leyendas. Cuando una mujer te diga
ahí no me la metas ya puedes ir desabrochando la bragueta. Celestina cuenta a Calixto su éxito y recluta la ayuda del otro criado Parmenio, presentándole a otra de sus pupilas, ya puestos de su parte los criados, les invita al día siguiente a una comida con las dos mozas en su casa. Melibea, ya entregada, le pide a Celestina que de recado a Calixto de ir a visitarla esa noche por entre las puertas. Al enterarse Calixto da a Melibea una cadena de oro y acude presto a declarar su amor a Melibea entre las puertas, y Melibea le acepta su amor y le cita al día siguiente para que por medio de una escalera, salte la tapia y se reúna con ella en el jardín. El negocio esta hecho, las mieles del triunfo ya se vislumbran, la pasión encendida de ambos amantes dará rienda suelta a su sensualidad, el día se acerca. Cuántas veces Genaro saboreaste el triunfo de tus conquistas. Tú que fuiste un pellejero de erótica cachondez, que dicen que si gallabas con dos o tres a la vez. Y que si fuiste un rifón para calentar muy bien, a las ninfas de la Moños, para así estas complacer a la sensual clientela, dando el máximo placer. Al chulo que las amaba y a quien las pagaba bien, que era un denario de plata lo que costaba el joder. Cuanto corriste la vida de rascacueros chipén, por tabernas y figones y fornicios a granel, fuiste mariscal de enredos de cabeza hasta los pies. Calixto se va a dormir, mientras que los dos criados van a pedir a Celestina su parte en la cadena de oro. Ella se niega; los dos criados la amenazan y al ver que llama a gente, la matan y escapan por la ventana, perseguidos por la ronda del alguacil.
A la mañana siguiente, cuando Calixto despierta y llama a sus dos criados, otros mozos suyos Tristán y Sosia, le dicen que han matado a Celestina y han sido muertos a su vez por el verdugo, pasa todo el día escondido y va a su cita, salta Calixto la tapia y se encuentra con Melibea que le espera impacientemente, ya en la primera fase, altisonante y retórica, sus manos atacan a fondo a Melibea, que se resiste en prolijas y empinadas respuestas. A las tres parrafadas elocuentes, Melibea está entregada y aleja a su doncella a pesar de las protestas de Calixto que prefiere que quede para tener testigos, al poco tiempo Melibea lamenta su virginidad perdida. Las secuelas del catolicismo en nuestra cultura, consigue despertar el arrepentimiento una vez disfrutado del placer de los sentidos, lo que hace que el fruto, al estar prohibido, sea un reclamo irresistible, que desborda nuestra razón. Así disfrutan durante un mes de encuentros, al final, un día al salir deprisa, por una alarma, los criados han huido y no le sujetan la escalera. Calixto cae y se mata. Melibea después de explicar a sus padres todo lo sucedido, se lanza desde lo alto de su casa y muere. El mito de la muerte, vuelve a escena y se refleja en nuestro caso en la Semana Santa, y las noches de Jueves Santo, como rito funerario que recuerda lo pasajero y efímero de nuestra existencia. Así como el amor y la muerte son las fuerzas que dominan la Celestina, el honor y el hambre lo serán del Lazarillo. La obra de la narrativa del siglo XVI que más se sigue leyendo es el LAZARILLO DE TORMES, breve libro editado en 1554 de autor desconocido, como desconocidos son los poetas que escriben en Jueves Santo la epístola a Genaro. Lázaro cuenta su vida, desde su nacimiento junto al río Tormes, quiénes eran sus padres y cómo a los ocho años achacan a su padre ciertas sangrías hechas en los costales que a moler iban, hecho preso le mandan a combatir al moro donde muere. La viuda se fue a vivir a la ciudad a servir y liose con un mozo de caballerizas negro, del que tuvo un hijo, prendido también por ladrón se vio la madre sola con dos hijos, por lo que cuando Lázaro tubo unos años, le mando de guía de un ciego. En la vida de Lázaro encontraremos mucha más similitud con la de nuestro Padre Genarín, este huérfano, criado en la inclusa, tubo que ganarse la vida desde muy pequeño ejerciendo los mil y un oficios, para poder sobrevivir, en tiempo de hambres y necesidades, lo que supuso que tuviera por necesidad que avivar el ingenio. Con este ciego va aprendiendo lo dura que es la vida y cómo tiene que arreglárselas para no morirse de hambre, ya que el ciego es muy ruin y no se deja engañar por Lázaro, que inventa mil triquiñuelas para sacarle el pan de la talega o beberse el vino del jarro de su amo. El ciego cuando descubre los hurtos de Lázaro, le propina buenos golpes y palizas, que más de una vez le dejan medio muerto; finalmente el muchacho le juega también una mala pasada al ciego, que queda sin sentido de un golpe que aquél le hace darse contra un poste y le abandona. Las argucias que emplea para robar el pan y sobre todo para poder seguir bebiendo el vino, son dignas de mención. El ciego bebe a diario un jarrón de vino y como notaba su falta, decidió asirlo del asa, por lo que Lázaro ideo sorberlo con una paja, como también notase que faltaba, mudo de propósito y asentaba el jarro contra las piernas y tapábale con la mano, Lázaro ideo hacerle un agujero por abajo y taparlo con cera, así deshacía esta y bebía del jarro, diese cuenta del engaño y el ciego le aplasto el jarrón en la cara, curándole con vino le decía ¿Qué te parece Lázaro? Lo que te enfermó te sana y da salud. Que no hubiera hecho Genaro y le llega a faltar el néctar del orujo, él que dedico toda su vida a que no le faltase el ínclito y abrasador orujo destilado en los alambiques de Valdevimbre o Ardón. El orujo, símbolo etílico de la vida y filosofía genariana, entroncado sin duda con los copazos de ambrosía que bebían los dioses griegos, y el vino cristiano, mal llamado de misa. Lázaro se va a servir a un clérigo, con el que también se muere de hambre. Este clérigo tiene un arca vieja donde guarda el pan de las ofrendas, y Lázaro consigue alimentarse de esos panes con engaños y astucias, echando la culpa a los ratones, cuando al fin es descubierto se ve de patitas en la calle. Encuentra entonces a un hidalgo que le quiere de criado, y Lázaro al verle con buen porte, piensa que ya han terminado sus pesares; pero se engaña, porque no solamente el hidalgo no tiene para comer ni nada de que vivir, sino que Lázaro acaba alimentándole de lo que él mendiga por la ciudad de Toledo. Luego sirve sucesivamente a un fraile de la Merced y a un buldero, que simula milagros para que le compren las bulas. Lázaro va de mal en peor, si al ciego abandona, y el clérigo le hecha, el hidalgo se marcha dejándole en manos de la justicia y del fraile y buldero huye como si de la peste se tratase. Genaro por el contrario fue un claro y difícilmente superable ejemplo de vocación de machaca, huyendo del trabajo fino como gato de agua hirviendo. Tubo muchos oficios escasamente lucrativos gracias a la habilidad mercantil que aprendió como amanuense del legendario Salvador León, vendedor de relojes alemanes, fue vendedor callejero del Diario de León en sus años mozos, mozo de estoques de un novillero de nombre Palomino, en la plaza corralada de la Venta de Ramoniche, de la que acabo como monosabio. Fue aprendiz de barbero en la barbería de Don Primitivo, oficio que tuvo que abandonar ante la total prohibición de compatibilizarlo con el orujo. Trabajó de muñidor para un político local apellidado Zapico, oficio que dejó después de recibir una brutal panadera al actuar como reventador en los mítines de los adversarios. En ambos casos tanto Lázaro como Genarín hacen bueno aquel refrán de la picaresca española que dice "hombre de muchos oficios, hambre segura". Después de tantas desventuras y desdichas, Lázaro consigue un puesto de pregonero público, y acaba casándose con la sirvienta, y barragana, de un arcipreste, que les da casa cerca de la suya, para así poder seguir teniendo los servicios de la mujer de Lázaro, el cual se deja convencer por el clérigo y la mujer de que las habladurías y murmuraciones que se dicen de ella son sólo falsedades y malicias de gentes envidiosas de la buena fortuna de Lázaro. No mires a lo que pueden decir, sino a lo que te toca: digo a tu provecho. Genaro termina mejor su vida, satisfecho con la suerte de pellejero, lo que le permite recorrer la cuidad, recalando en las diversas parroquias para beber su copina de orujo, conocer a buena parte de la ciudad que contaba con unas veinticinco mil almas, hacer arrumacos a las criadas que le vendían las pieles de conejo, comer cuando la ocasión era propia en Casa Frade su trozo de pan, queso y una naranja, regado con buen vino, echar una partida al mus o garrafina en la cantina del Tío Perrito, y sobre todo cuando llegaba la noche encaminarse, como empujado por una extraña inercia, hacia las afueras de la ciudad, más allá de la muralla, al barrio de San Lorenzo. El arrabal de San Lorenzo era el centro de corrupción y la piedra de escándalo, el lugar donde la ciudad de León cambiaba de nombre. Genarín tenía en este arrabal su principal campo de andanzas y correrías. El centro radial y neurálgico del barrio era la calle Perales, rúa sagrada y legendaria de todo buen seguidor de Genarín, ya que en ella tenían su acomodo los prostíbulos más famosos y la mayor parte de los figones y tabernas, a saber: la taberna del "Tuerto", el figón de la tía Casilda, la tasca de la "Maldades, la cantina del Carabina, la del señor Epifanio, los burdeles de "Doña Francisquita" y de la "Bailabotes". Todo un pintoresco y apretado Vía Crucis que Genarín recorría cada noche como si de ganar un jubileo se tratase. En mitad de la calle se levantaba un edificio ruin de doble planta que a finales del 78 fue derribado por la piqueta municipal, ante la pasividad de los políticos encargados de la conservación de nuestro patrimonio histórico, ajenos a la suerte de este edificio donde se emborracharon por primera vez sus abuelos y donde ofrendaron su virginidad generaciones enteras de leoneses. Este viejo edificio sobre sus cimientos bien podría haberse erigido una basílica dedicada al culto de Nuestro Padre Genarín, sirvió de asentamiento a la cantina del "carabina" y a los dos prostíbulos más populares de la ciudad, el de la Bailabotes y Doña Francisquita. Recordemos la figura de Doña Francisquita, dueña de uno de los dos prostíbulos que ocupaban la planta superior del edificio donde abría sus puertas la tasca del Carabina. Fue una institución en el arrabal durante las primeras décadas del presente siglo. Famosa por la exquisita selección de sus pupilas, respetada y admirada por su honradez y discreción, que organizaba las mejores fiestas cada vez que traía a casa una nueva remesa de gallegas, fiestas a las cuales era invitado Genarín que se codeaba en ellas con los garbanzos negros de las familias más granadas de la sociedad leonesa. Entre sus pupilas más cotizadas estaban la Moncha y la Matacorderos, que consiguieron enamorisquear a dos ricachones que las pusieron casa de querida en la carretera de los Cubos. Mención aparte merece la Anselma, una humilde prostituta ya entrada en años, con quien mejor se entendió Genarín en asuntos de garlopa y entrepierna. Al menos así lo pregonaron sus discípulos en cantares y coplillas: Chivaba martes y sábados
allá a la atardecida con una pupila tuerta nacida en la Sobarriba a quien llamaban la Anselma puta de cuarenta quintas. Por las noches, después de cenar en el figón de tía Casilda un sabroso conejo regado con generoso vino y orujo, se encaminaban rápidamente hacia la tasca del Carabina, donde a esa hora había comenzado ya el juego de los cartoncillos, cada cartón tenia impresas cuatro cartas de la baraja española y costaba un real, cuando todos estaban vendidos una mano inocente sacaba una carta de la baraja y el agraciado que tuviera en su carboncillo la carta en cuestión podía elegir la pupila que más le gustara de las que allí montaban guardia y subir con ella a la cama. Los evangelistas no se olvidaron del inefable y extraordinario juego de los carboncillos al hablar en uno de los romances de la tasca del Carabina: Allí podías adquirir con pocas perras un lote pues, con un poco de suerte, era lo tradicional juntarse gallo y gallina solamente por un real. Así fue como el Santo pellejero acabaría convirtiéndose en una especie de portero y ordenanza de los dos prostíbulos. Pero hubo tiempos en que la fogosidad y audacia de Nuestro Padre Genarín llegaron a ser comentadas en toda la ciudad. Ni una sola de las prostitutas que ejercieron la carrera en León en el primer cuarto de siglo, pasó a la situación de reserva sin haber recibido en su cama de operaciones la visita del Santo Pellejero. Estas tres historias tienen varias similitudes: 1. El protagonista es el pícaro, categoría social procedente de los bajos fondos cuya conducta está marcada por el engaño, la astucia, el ardid y la trampa ingeniosa, necesarias para poder sobrevivir. 2. El amor al vino, que les permite un estado eufórico necesario para encandilar a la gente, hacer que piquen el anzuelo para aliviarles el peso de la bolsa de dinero, obteniendo su merecido provecho. 3. Anticlerical, en cuanto saca a relucir una crítica de la moral imperante en cada época, tratada de imponer por una iglesia, en la que sus miembros son retratados de manera singular actuando en contradicción con sus predicas. Maximino Barthe
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COFRADÍA DE NUESTRO PADRE GENARÍN |
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