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LA NOCHE REPITE OFICIOS DE LUNA
Por Dr. José Nicodemo de la Guzpeña (Madrid)
Oficios de luna triste
se fundan en las tabernas,
veneros de corazones
cansados que lo recuerdan...
La noche repite a oscuras
el ruido de nuestras suelas
con enamorados pasos
proyectados en las piedras.
Subimos por la costana,
adral de la plaza nueva
terciado el Húmedo Barrio
dejamos la Pulcra a diestra.
Vamos tirando de lado
pues de frente no nos llega,
vamos dibujando sombras
sobre sombras venideras.
Genaro marcha suspenso
contando treinta monedas
con los dedos de una mano
e hilvanando en la cabeza:
“gran banquete hemos de hacer
con el queso y las pellejas
y este trozo de pan duro
que traigo en la faltriquera”.
“En bajo La Francisquita
El Carabina me arrienda
mesa y media de cantina
pa´ glosar la Santa Cena”.
Percusiones de callado
se sienten por las aceras
discípulos del dolor
claman lastimosas penas:
“La noche de jueves santo
boca arriba se despeña
por los muros de León
y las lindes de La Tierra”.
Llantos desencadenados
trae la gente caminera,
candiles con aguardiente
luchando con las estrellas.
Cófrades de noble estampa
y filigranas de feria
cantan con invocaciones
en modulada estridencia:
“¡Entierro de Genarín
con lírica de saeta!
¡Cómo te recuerdo yo,
rondador de calles viejas!”
Francisco Pérez Herrero
muestra el marfil de sus piezas,
Nicolás Pérez “Porreto”
un silbato de su ciencia;
marcha al volante sin coche,
sin gafas y sin presencia,
Eulogio que precipita
saludos y reverencias.
Luis Rico, descamisado,
por guardar las apariencias,
con su lenta dignidad
se abotona la bragueta.
En el trueque de los salmos
se ajustan las conferencias,
“si todos queremos bien
la noche será una fiesta”.
Sumando los comensales
salen ciento, y en su merma,
van quedando doce y pico
por la sagrada abstinencia.
Contamos con Llamazares
para que escriba la gesta
con Juanín “cajoneando”
y El tigre de Villahibiera
San Marcos y San Guzmán,
estilita del Bernesga,
e Isidoro el hispalense
bebiendo en la copa austera.
Completa el apostolado,
con santidad verdadera,
Santos, el cura lorquiano,
con la verde muerte a cuestas.
Varonil truena un paisano
compadre de las ausencias
“en faltándome mujer
se estragan todas las fiestas”.
Habremos, pues, de buscar
por el zoco y por las ventas
pecadoras del recato
castas pero sin vergüenza.
Camino de San Lorenzo
por las casas se hace tienta.
De trescientas veinte vírgenes
tres que mienten y remellan
pactan con el pellejero
cumplimentar la asistencia.
Monserrat, Triana y Raquel
nombres tienen de tormentas
más nadie llega a intimar
las marciales coincidencias.
Redondeles de aceitunas
en las blusas envenenan
los ojos de ardor y vidrio
como puntiagudas leznas.
Truncó el Espíritu Santo
paráclito de verbenas
la unción de los circunstantes
satélites de las tetas.
Derramó sobre Genaro
la gracia más alta y plena.
Quebrando un duro mendrugo
oraba de esta manera:
“Señor de la eternidad,
unigénito heredero
mándanos la paridad
para calmar los deseos.
Sotaputas nos hallamos
bajo el techo de su suelo
penando por el gobierno
de los hijos que nos dieron.
Pedimos, por caridad,
más orujo, menos frenos,
un San Jorge sin dragón
y una adarga contra el miedo,
paz para la concurrencia,
salida pa´ la estación,
el dinero de los bancos
y las minas de carbón”
Truena grande algarabía
se cruza la intercesión,
se levantan copas llenas
y descienden sin licor.
Yo relleno el vaso místico,
mas confuso en el honor
el agua de una limeta
se cruza en la operación.
Bebe Genaro y se hiere
la entraña y el corazón
el cuerpo se le envenena
y extraña la comunión.
...No se oyeron sus pisadas
al tiempo que nos dejó
necesitado de alivio
hacia el negro paredón.
Quedó su eterna presencia
por las calles de León
las tres suertes del milagro
y este asesino de Dios.
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