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RECORRIDO DEL ENTIERRO DE GENARÍN
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         En este lugar, fatídico rincón de la muralla romana, que rodea el casco viejo de la ciudad, fue donde nuestro padre Genarín murió atropellado por el primer camión de la basura de León, poco después de salir, bien repleto de orujo, de un prostíbulo de la cercana calle de los Perales.

         Es este el destino final de nuestra procesión y hasta él todos los Jueves Santos llegan los miles de personas que nos acompañan en nuestro recorrido para presenciar la ofrenda anual a nuestro Santo Patrón.

         Los gritos de "¡Viva Genaro!" llenan la calle y las botellas de orujo pasan de mano en mano para brindar por el Santo Pellejero.

         El Hermano Colgador se prepara para elevar la ofrenda a lo alto de la muralla agarrándose a los resquicios de sus piedras.

         Antes de iniciar la ascensión, el Hermano Colgador, es bendecido por el Abad con un buen orujo para después de tomar una copina y preparar la ofrenda: pan, queso, naranja y orujo, los alimentos que más le gustaban a nuestro Santo Patrón, además una corona de laurel, ofrecida por algún fiel y anónimo seguidor en recuerdo de su muerte, ascenderá con estos presentes a lo alto de la muralla para dejarlos allí, más cerca del cielo al alcance de nuestro Patrón todo el año.

         El Hermano Colgador inicia la ascensión con las ofrendas y la corona de laurel en presencia del estandarte de la Cofradía. Paso a paso y a pesar de la dificultad que supone ascender por la pared de la muralla con la corona cargada sobre sus hombros, el Hermano Colgador consigue, año tras año, llegar a lo alto de la muralla y dejar su ofrenda. Nunca se ha caído nadie en este rito ancestral y peligroso de acercar nuestros presentes al cielo, donde seguro está nuestro Santo Pellejero.

         La expectación de los asistentes es máxima, así como su fervor, que les hace brindar continuamente por la memoria del Nuestro Santo Padre Genarín, mientras que gritan: "¡¡Genaro, Genaro!! " ó "¡Genaro es cojonudo, como Genaro no hay ninguno!".

         El Abad, invoca a Genarín con la lectura de la encíclica del año y los versos que uno de sus evangelistas, Pérez Herrero, dedicaran fervorosamente a este acontecimiento.

Carretera, carretera
carretera de los cubos,
murallas con alelíes
y tapias de barro crudo
donde murió Genarín,
el comprador de pellejos,
frente aquellos muros truncos,
frente aquellos muros viejos.

         Terminando así esta vieja procesión, después de que el Abad bendiga con orujo a todos los asistente despidiéndose hasta el año siguiente.

   



Genarín con la muerte acechándole en la carretera de los Cubos




La Moncha oculta con hojas de periódico el cuerpo yacente de Genaro Blanco




Entrega de las ofrendas en lo alto de la muralla por el Hermano Colgador




COFRADÍA DE NUESTRO PADRE GENARÍN