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Todos los Jueves Santos, año tras año, haga frío o calor, llueva o no, la Cofradía de Nuestro Padre Genarín saca su procesión por las calles de León. Por la noche, a la una de la madrugada (más o menos), en ese momento en el que las luces de las farolas iluminan ese conocimiento antiguo que llena de magia todo lo que nos rodea, la Cofradía, después de haber cenado en un restaurante secreto del casco antiguo de la ciudad y haber bautizado con la mas castizas de las aguas benditas, el orujo, a los nuevos hermanos, se dirige a la plaza del Grano. Llevan con ellos la corona de laurel, previamente bendecida también con orujo, y los alimentos fundamentales de Nuestro Fundador: el orujo, el queso, el pan y una naranja. La Plaza de San Martín ya está abarrotada de fieles seguidores de esta religión de juega y chanza. Ya se oyen los salmos propios de esta noche de Jueves Santo: “Genaro, Genaro, es cojonudo”, “Cocacola asesina, el orujo al poder”. Y todos, entre limonada y limosnada, esperan el paso de la Santa Procesión y la lectura de la Encíclica del año. Plaza de San Martín en pleno transcurso de la procesión |
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COFRADÍA DE NUESTRO PADRE GENARÍN |
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